Oda a la bicicleta
El poeta chileno Pablo Neruda escribió esta oda a la bicicleta que quedó recogida en su obra “Odas elementales”. Con esta composición poética, de metros breves y ágiles, nos convoca a cantar y celebrar este elemento humilde y sencillo de la vida diaria. La bicicleta recobra su vitalidad, su razón de ser, con el movimiento, con el jinete a cuestas y siempre mirando hacia delante. La bicicleta acerca a destinos; cada metro de rodada, es un viaje, una sensación y una brisa que eriza la piel y el alma. La bicicleta despeja músculos y mente; despierta el silencio del mundo y acalla el ruido del alma. La bicicleta: pluma y piedras y plaza y aire y contratiempo y plenitud e imprevistos y rostros e islas y pendientes y horizontes y frescor y sopor. Es la vida. ¿Verdad?
Pablo Neruda
Iba
por el camino
crepitante:
el sol se desgranaba
como maíz ardiendo
y era
la tierra
calurosa
un infinito círculo
con cielo arriba
azul, deshabitado.
Pasaron
junto a mí
las bicicletas,
los únicos
insectos
de aquel
minuto
seco del verano,
sigilosas,
veloces,
transparentes:
me parecieron
sólo
movimientos del aire.
Obreros y muchachas
a las fábricas
iban
entregando
los ojos
al verano,
las cabezas al cielo,
sentados
en los
élitros
de las vertiginosas
bicicletas
que silbaban
cruzando
puentes, rosales, zarza
y mediodía.
Pensé en la tarde cuando los muchachos
se laven,
canten, coman, levanten
una copa
de vino
en honor
del amor
y de la vida,
y a la puerta
esperando
la bicicleta
inmóvil
porque
sólo
de movimiento fue su alma
y allí caída
no es
insecto transparente
que recorre
el verano,
sino
esqueleto
frío
que sólo
recupera
un cuerpo errante
con la urgencia
y la luz,
es decir,
con
la
resurrección
de cada día.